Que Internet se desarrolla a un ritmo vertiginoso es indudable. Pero esa velocidad, unida a la ingente cantidad de innovaciones -aunque no siempre lo son-, hace que se genere un humo que ha hecho que perdamos de vista fundamentos sin los cuales difícilmente podemos lograr metas en este medio de medios. Las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación) han revolucionado el marketing, pero también lo ha contaminado con cuestiones que poco tienen que ver con esta disciplina empresarial, y es el momento de decirlo.
Abramos las ventanas, dejemos que salga todo ese humo y centrémonos en los siguientes cuatro círculos. Sin la perspectiva que nos dan no deberíamos movernos en Internet. Sobre la base de ellos debe vertebrarse cualquier iniciativa que persiga la captación, conversión y fidelización de usuarios.
Como si del nombre de una asignatura de primaria se tratase, el conocimiento del MEDIO es la primera cuestión clave. No debemos hacer negocio en un entorno que desconocemos; no ser conscientes de las peculiaridades de Internet, cómo es su entramado técnico hasta cierto punto, entre otros aspectos, conlleva una falta de comprensión de cómo se produce la comunicación online, por qué se reproduce tan rápidamente un incidente que afecta a nuestra reputación, comprender la inversión necesaria para impulsar nuestro negocio desde un punto de vista técnico, etc. Existen libros muy entretenidos y bien documentados, por ejemplo, Cómo creamos Internet de Andreu Veá, que nos pueden ayudar a hacernos una idea de todo lo que tiene que ver con este primer círculo.
La ESTRATEGIA es el segundo círculo. Si queremos lanzarnos a Internet con ánimo comercial, hemos de hacerlo partiendo de una planificación: ¿qué objetivos nos marcamos? ¿Qué público pretendemos alcanzar e impactar? ¿Qué acciones llevaremos a cabo para conseguir esos objetivos? ¿En qué plazo? ¿Con qué inversión? ¿Cómo averiguaremos si esas acciones van o no por buen camino? Todo ello ha de recogerse en un plan de marketing digital coherente, realista y actualizado.
Llegados a este punto es el turno de las PERSONAS. El fin que no podemos dejar a un lado ni un solo segundo: los usuarios, concretamente nuestro público objetivo, aquel que pretendemos que compre nuestro producto, nuestro servicio, nuestra idea… Una vez realizada la investigación inicial e identificado el segmento o segmentos que deseamos alcanzar, toca profundizar en el conocimiento de los usuarios que lo componen: cuanto mayor es el conocimiento de los mismos y de sus necesidades, mayor es el acierto en el diseño de la planificación y la eficacia en la ejecución posterior de acciones.
Finalmente, es el turno del CONTENIDO. “El contenido es el rey” es una frase recurrente cuando nos referimos a este círculo. El contenido es la mano con la que tocamos a los usuarios. Nos pone a su mismo nivel y nos ayuda a comprenderlos gracias a la interacción que el usuario hace con él. Si no tenemos nada interesante y de valor que decir a nuestra audiencia, mejor no tener presencia en ningún medio; por ejemplo, antes de abrir un perfil en alguna red social, debemos elaborar y planificar el contenido que vamos a comunicar -y habiendo confirmado previamente que en esa red social tenemos una oportunidad, que esa es otra-. Más de la mitad de la inversión en marketing digital conviene que vaya destinada a la generación de ese contenido: fotografías, vídeos, texto…
Si las cosas no le van bien en este medio donde todo ha de ser nuevo y servido aquí y ahora, pare y reflexione. Repase qué está haciendo con estos cuatro círculos. Lo demás es secundario o está de más.